domingo, 1 de febrero de 2009

Ace de sentimiento a 243 km/h

Una final esplendida sin final feliz. Un triunfo amargo. Una derrota muy afliComprobar ortografíajida. Un sentimiento de impotencia invadiendo todo el estadio.
Las lágrimas de un gran hombre nos removieron en nuestros asientos y todos comprendimos lo difícil que es reprimir las lágrimas con un cuerpo exhausto y una frustración vigente. El sueño de ser alguien, en el olvido. El nuevo record, perdido. El reinado, abatido.
Dicen las malas lenguas todo tipo de artimañas, pero Federer lloraba de corazón y no podía contener todas esas emociones. Roger demostró que es un hombre, que no es una maquina de resistencia y peloteo, sino que es un ser humano. Esas lágrimas hacen que el tenis sea lo que es, un deporte de hombres que exige un esfuerzo sobrehumano y que con sangre, sudor y lágrimas trazan la historia de un gran deporte.
El mundo respeta a Roger Federer, conoce su juego y lo aprecia por su técnica y fuerza. Por eso siempre quedarán palabras de consuelo para Federer. Roger ha entrado en la historia, ha sido el mejor tenista durante muchísimos años y el eterno número uno; su tenis aún no ha tocado fin y mucho más nos queda por disfrutar de él.
Espero, como vaticinó Nadal, que gane más Grand Slams y que consiga batir el record que se ha propuesto, y que bien seguro se merece.
Volviendo al partido de la final tanto Roger como Federer se merecían la copa. Igual que Verdasco, ojalá pudiesen haber ganado los tres. Se debería premiar la calidad de los partidos y no una eliminatoria por sorteos. Hay momentos en que ambos tenistas se merecerían ganar como en el partidos de Fernando Verdasco y Roger Federer contra Rafa Nadal. Pero la vida es dura. Se sufre, se da todo por un intento, por otro ace, por una bolea; y al final se pierde habiendo jugado el mejor partido de la vida. Se pasará a la historia como un buen partido, pero en pocos años se olvidará está gran proeza y los tenistas caerán en el olvido, por eso ojalá todos pudiesen ganar. Pero con el tiempo, espero que sus almas apesumbradas por la derrota se hinchen de orgullo por haber protagonizado un partido épico y haber sido dignos de un gran torneo; Pero sobretodo por haber dado un gran ejemplo a todo el mundo, una lección de esfuerzo, trabajo, voluntad y poder.

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