Regalos por aquí, regalos por allá, viajes especiales, ofertas en las tiendas, calzoncillos rojos, restaurantes con menú de San Valentín, etc. etc. etc. Un bombardeo de mensajes subliminales que casi te obligan a gastarte un dineral en tu pareja porque claro "si quieres a tu pareja, regálale lo mejor" o peor aún “hazle feliz con este regalo”. Estos días de San Valentín hemos recibido miles de imputs y de chantajes emocionales desde todo tipo de anuncios, publicidad y promociones; menos mal que había crisis, sino no se como hubiésemos sobrevivido a semejantes ‘gangas’. Otra tradición convertida en una excusa para volvernos más consumistas cada día y gastar más y más dinero. Pero ¿Y si volviésemos a lo tradicional?¿Y si volviésemos a demostrar el cariño y el amor más que con regalos con pequeños detalles? ¡Las flores no muerden y las cajas de bombones tampoco atacan a nadie! Habrá gente que le parecerá poco (y cuanto se equivocan), pero cuanto valor tiene si se acompañan con un cena romántica y con palabras de amor escogidas sólo para ti. Al fin y al cabo, todos sabemos que con dinero y regalos no se compra nada, y menos aún un corazón; ¿pues entonces? Pasemos de las modas, de las costumbres y del consumismo, y volvamos a lo de antaño. Volvamos a tener conversaciones de verdad, a reírnos mutuamente, a compartir secretos, a pasear por la playa, a cocinar juntos y sobre todo a mirarse a los ojos para darse cuenta que no hacen falta regalos ni viajes para sentirse querido.
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