miércoles, 22 de enero de 2014

volviendo a mis raices :D



Hace mucho que no escribo... He decidido retomar este blog y para ello os cuento una historia. Mi historia.
Tras la sorpresa de mi embarazo, pasaron unos meses muy duros, de preocupaciones, de angustías, de dudas ante si yo podría ser una madre y sobretodo una buena madre. Pero finalmente, tener a mi hijo en brazos fue una auténtica revolución interior. Mi sueño estaba ahí, ya se había cumplido. Cambié de la noche a la mañana, como si de un milagro se tratara. Empecé a disfrutar de verdad de los valores y principios que siempre había tenido y dejé de esconderme. Me encontré con  menos dudas porque confiaba en mi instinto y descubrí una fuerza que ni yo misma sabía que tenía.
Las primeras semanas tras el parto fueron de euforia. A pesar de la falta de sueño, tenía muchísimas ganas de hacer cosas, no me encontraba cansada, tenía siempre la sonrisa en la boca y el corazón abierto de par en par. Ser madre era lo más maravilloso del mundo y se me salía por los poros de la piel, era evidente para el mundo entero.

Ahora han pasado 16 meses y sigo prácticamente igual que entonces (las hormonas del posparto ya no me acompañan, es la única diferencia). Por fin, he dejado de ser pesimista y casi todo me parece relativo. Siento una gran paz interior porque he comprendido que sólo hay unas poquitas cosas en la vida que son realmente importantes. Puedo contestar que estoy muy bien cada vez que me lo pregunten y que sea cierto. Tengo ganas de contarle a la gente por qué soy tan feliz porque creo que puedo aportar algo al universo.

Tuve la ocasión de dejar de trabajar y poder dedicarme en cuerpo y alma a mi hijo y me agarré a ella con fuerza. Esta vez ya no me dio miedo defraudar las expectativas de la sociedad. Porque ahora que he conocido mi felicidad, ya se dónde se encuentra, no necesito salir a buscarla en el éxito profesional, o en el consumismo irracional, o en el egocentrismo sin límites. Encontrar mi sitio en el mundo me ha dado una serenidad que antes no tenía.

¿Soy feliz?. Sí, más feliz que nunca. Me llena ver a mi hijo crecer cada día, saber que es el fruto del amor entre mi marido y yo. Me siento realizada como persona y como mujer y hago cada día exactamente lo que quiero hacer. No se le puede pedir más a la vida.

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